Alimentando a los inquilinos
Hace unos años trabajé como albañil en una cuidad turística. El sueldo era bueno, pero los alquileres eran carísimos. Buscando un lugar económico, terminé alquilando un cuarto en una pensión vieja.
Todo era viejo en aquel lugar, incluyendo a los inquilinos. Había dos matrimonios de ancianos y una señora que vivía sola, que también era vieja. El dueño del lugar era tan viejo que su apariencia asustaba un poco, pues su piel era como una máscara que no se ajustaba a la carne, además que sus orejas eran enormes y puntiagudas.
Los pasillos de la pensión eran angostos y siempre estaban en penumbra, y en sus paredes había hileras de retratos, de esos que parecen mirarte de reojo. La única lámpara de mi cuarto apenas iluminaba el lugar, y como colgaba del techo, a veces se mecía con la corriente de aire que entraba por la destartalada ventana; y aquel balanceo de la luz parecía dotar de movimiento a las manchas de humedad que prosperaban en las paredes.
Las primeras noches que pasé allí, apenas caía en la cama y me dormía porque estaba muy cansado.
Cuando me acostumbré a las jornadas mi sueño se fue haciendo más liviano, aunque a la vez empecé a sentirme más débil. Una noche, estando despierto en la oscuridad de mi cuarto, escuché que alguien abría la puerta sigilosamente. Me levanté y di unas zancadas hasta la llave de luz. Cuando el cuarto se iluminó el intruso ya iba escapando hacia el pasillo. Era el dueño de la pensión, y en una mano tenía una jeringa enorme. El pasillo era una boca de lobo por lo oscuro que estaba, y aquel viejo endemoniado corrió por él como si fuera un atleta, a juzgar por la velocidad con que se alejó el ruido de sus pasos.
Enseguida tranqué la puerta con una silla, tomé mis cosas y salí por la ventana, atravesé un patio interior y, con dificultad, porque me sentía bastante débil, trepé un muro y salté hacia la calle.
Me alejé varias cuadras y esperé el amanecer sentado en un banco público.
Pensando en el asunto, aunque la sola idea me llenaba de terror, consideré que probablemente el viejo había entrado a mi cuarto otras noches, y como tenía una jeringa con aguja, con temor me revisé los brazos, y mis temores se confirmaron; tenía marcas de pinchazos.
Creí conveniente consultar a un doctor. Tras varios exámenes resultó que estaba bien, solamente tenía un poco de anemia, y mientras el doctor me daba los resultados me preguntó si por alguna razón había perdido sangre en esos días.
Al saber que me habían sacado sangre, recordé algunas cosas que me habían parecido extrañas. El dueño del lugar y los inquilinos nunca salían de la penumbra de la pensión, y las pocas veces que pasé por ellos, tuve la impresión de verlos relamerse mientras me seguían con la mirada.
titulo
Series Animadas que nos hicieron reir y llorar a comienzos de los 80's y 90's.
después de tiempo que tengo esta sensacion tan extraña las lagrimas se asomaron al escuchar y ver estos dibujos q jamas alguien podra reemplazar
con todas las series que veía en mi infancia y que recuerdo aun, jeje hay muuuuchas que seguro se me han olvidado o pasado ponerlas, si vosotros sabéis de alguna me decís, también tened encuentra que no en todo el mundo latino se han emitido las mismas series, asique habrá muchas que puede que no habrán visto
que serie quieres ver comunícate con nosotros
pictureartt@gmail.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario